La aversión al riesgo se puede establecer como la preferencia de un inversor para evitar (o rechazar) el riesgo en su inversión, ante la posibilidad de sufrir pérdidas.
MÉXICO.- La aversión al riesgo se puede establecer como la preferencia de un inversor para evitar (o rechazar) el riesgo en su inversión, ante la posibilidad de sufrir pérdidas. Es decir: consiste en el desagrado por un riesgo de parte de los inversores y son un aspecto crucial a tener en cuenta.
De acuerdo con Inbest Me, la aversión al riesgo es un factor que tienen los inversores y que es totalmente irracional el no “jugar”. Ya que no tiene sentido esperar a jugar hasta tener una oferta doble.
Aversión al riesgo.
El jugador (inversor) únicamente debería de centrarse en los temas operativos, como de que no se esté realizando trampa alguna o intentar hacerlo el mayor número de veces posible para permitir que la ley de probabilidades se cumpla.
Es decir: la aversión al riesgo se refiere a que el inversionista prefiere evitar el riesgo en sus inversiones, y por lo tanto decide en qué tipo de activos financieros pondrá a trabajar su dinero.
Cuando una persona está decidida a invertir, un asesor financiero debe detectar sus preferencias y metas; además del grado de aversión al riesgo, pues es fundamental para perfilar el tipo de inversor que es su cliente y determinar un plan de inversión.
Esto significa que, cuando el inversionista tiene un plan personalizado propuesto por su asesor, es menos probable que lo abandone en medio camino. Asimismo, quien invierta encontrará en la diversificación una alternativa para contrarrestar el riesgo en sus inversiones.
La irracionalidad en nuestras decisiones financieras.
El motivo es una combinación de dos factores: aversión al riesgo y el sistema “rápido”. Vayamos punto a punto.
La aversión al riesgo, como se mencionó, significa que nuestros sentimientos hacia las ganancias y pérdidas no son simétricos, es decir: el dolor que nos causa una pérdida no se compensa con el placer que nos causa una ganancia de la misma magnitud. Rechazamos, pues, la posibilidad de obtener ganancias si nos generan un riesgo de tener pérdidas.
En conclusión: aceptamos si la ganancia esperada es muy alta.
En el otro punto, las personas no reflexionamos, en muchas ocasiones, ante problemas que necesitan de una mínima concentración para encontrar la respuesta correcta. El problema es que esto ocurre en nuestras decisiones financieras.
Y, la razón por la que no tomamos nuestro tiempo es porque está demostrado que podemos llegar a tomar decisiones con dos tipos de “sistemas “diferentes en nuestro cerebro. El sistema rápido, que toma decisiones y simplifica las cosas, no se dedica a analizar con profundidad y nos permite hacer varias cosas a la vez.
En la práctica, muchas decisiones financieras con este cerebro son tomadas así; pero las decisiones financieras deberían de exigir un momento de reflexión.
En conclusión: tenemos tendencia a tomar importantes decisiones financieras con el “sistema rápido”, de nuestro cerebro y a tomar atajos, y es entonces cuando actúan nuestras debilidades psíquicas y nuestros sesgos.
Consecuencias de la aversión al riesgo.
Por esta razón muchos inversores pueden tener tendencia a no querer ningún tipo de riesgo, que conlleva a un riesgo mayor como el de no obtener rentabilidad razonable por sus ahorros.
En la mayoría de los mercados es necesario asumir un mínimo de riesgo para superar la inflación.
Asimismo, otra consecuencia es el de mantener posiciones (que puedan ser ineficientes) por el hecho de tener pérdidas. Es decir: esperarse a vender hasta que recuperemos la inversión inicial, aún sabiendo que el activo que compramos puede no ser el mejor.
Caso contrario: sentimiento fuerte de aversión al riesgo.
En este caso, el inversor puede tender a vender demasiado pronto las posiciones ganadoras para asegurarse la ganancia y/o no correr el riesgo de que esa ganancia se revierta y se convierta en una perdida.